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Un día con Diego Santilli: viaje al corazón del poder kirchnerista

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Diego Santilli acelera el paso cuando irrumpe en la peatonal de San Justo. En el corazón de La Matanza, sede central del kirchnerismo, sus asistentes esquivan transeúntes y le recuerdan que Horacio Rodríguez Larreta lo espera a una cuadra, en el cruce de Ignacio Arieta y Perú. “¿Qué pasa? ¿Está ansioso, ‘el pelado’?”, les devuelve el precandidato. Lo siguen a toda marcha Alejandro Finocchiaro, Jorge Lampa y Héctor “Toty” Flores, anfitriones de la incursión por el bastión peronista de Fernando Espinoza. Apenas Santilli se estrecha en un abrazo con Larreta, su jefe político, una melodía interrumpe en escena y sorprende a los visitantes porteños. En los parlantes de una casa de cambio resuenan a todo volumen las estrofas de la marcha “Los muchachos peronistas”, insignia del PJ. Es la primera señal de que están pisando territorio enemigo.

Apalancado por el jefe porteño, Santilli se alista para la interna con Facundo Manes, su rival en las PASO. Hace semanas encabeza un raid diario por los distritos más poblados del conurbano, donde se define la elección, e intercala visitas relámpago, durante los fines de semana, al interior de la provincia. En el territorio, sin el traje de vice porteño ni el control de la botonera de seguridad de la Capital, se aferra a mostrar “cercanía” con los vecinos mientras exhibe sus credenciales de “gestión” porteña. Lleva consigo los principales mandamientos proselitistas del larretismo para su primera experiencia de campaña en Buenos Aires, epicentro de batalla electoral con el kirchnerismo.

Con una personalidad histriónica y un lenguaje llano, el emisario de Larreta apela a constantes metáforas y chicanas futboleras para reconquistar a los bonaerenses que quedaron desencantados con Mauricio Macri y María Eugenia Vidal. Si bien cuenta con el respaldo de la maquinaria electoral de la Ciudad y de referentes nacionales de JxC, como Larreta, Patricia Bullrich o Elisa Carrió, el exvice porteño prefiere llegar al test de las primarias de punto, y no de banca: “Me gusta jugar de visitante. ¡Nosotros somos Chacarita!”, alecciona a sus armadores.

En el ritmo frenético de la campaña, a Santilli le cuesta conciliar el sueño. “Otra vez no pude dormir, che. Es una herencia familiar”, dice mientras se acomoda en el asiento acompañante de la camioneta de “Jorgito”, como llama a Jorge Lampa, alfil de Pro en La Matanza y gerente de “El Palacio de la Papa frita”, un clásico de la avenida Corrientes. Al volante, el gastronómico oficiará de guía durante la travesía proselitista en el distrito más populoso de la provincia. Desde que empezó a recorrer, Santilli ya estuvo en el principal bastión peronista unas once veces. Allí, Alberto Fernández y Cristina Kirchner le sacaron una ventaja abrumadora de cuarenta puntos a Macri en 2019. La diferencia fue de unos 324 mil votos.

Faltan minutos para las nueve de la mañana y Santilli se prepara para una “prueba de fuego”: después de una reunión con vecinos en Ramos Mejía, tendrá que caminar por la peatonal de San Justo, a metros del Palacio Municipal, y hará su debut como candidato en Laferrere, un territorio hostil para el macrismo.

Todos los días, antes de acostarse, Santilli recibe en su teléfono una hoja de ruta para la jornada siguiente. confecciona la agenda su jefe de campaña, Jorge Grindetti, con la asistencia de Federico Suárez, encargado del discurso de Santilli, y Federico Di Benedetto, estratega de comunicación de Larreta. El esquema está preconfigurado : los lunes, martes y miércoles “peinan” los centros urbanos del conurbano. Y el jueves y el sábado organizan viajes al interior de la provincia, donde Juntos por el Cambio tiene mejor imagen.

Mientras la camioneta avanza por la avenida General Paz, Santilli observa por la ventanilla el paisaje del ecosistema político al que aspira gobernar. Debe probarse en un escenario donde permanece latente el malestar por la gestión económica de Macri y en el que, por el “aparato” de contención en el conurbano, Cristina conserva “25 puntos” de base. Pero sus referentes territoriales advierten un cambio en el reclamo que brota de los sectores más postergados: “La gente está pidiendo trabajo, no planes”, sintetiza Lampa. Santilli nota un creciente clamor ciudadano por la inseguridad y el avance del narcotráfico. Santilli nota un creciente clamor ciudadano por la inseguridad y el avance del narcotráfico: “Hay barrios donde los vecinos no pueden caminar después de las cuatro de la tarde por miedo a los narcos”, lanza. Después de bordear el Hospital Posadas, arroja un diagnóstico contra el FDT: ve un gobierno “ausente”, sin sentido común y “lejos de la sociedad”. Y machaca: “Esto es educación, salud y seguridad”.

Inmerso en la realidad social bonaerense, se enoja cuando Sebastián, uno de sus asesores, le recuerda que Manes lo presiona con debatir antes de las PASO. “Es increíble. Los periodistas corren atrás de [Victoria] Tolosa Paz y el kirchnerismo no debatió en su puta vida”, exclama, con el dedo índice levantado. Y recuerda que el último debate en Buenos Aires fue entre Antonio Cafiero y Juan Manuel Casella en 1987. “No les damos pelota, hay que estar en la calle”, completa.

Después de la polémica por el pedido de Manes (“Espero que no usen los impuestos porteños”), Santilli reconoce que hacer campaña en Buenos Aires es “carísimo”. Pero se jacta de haber apostado por invertir en las reuniones “bimodales” con vecinos: “Hicimos cero actos, que es lo más costoso”. Ante sus colaboradores, se queja de que en las rutas de la costa atlántica vio más carteles de Florencio Randazzo o de Manes que de él. De todos modos, luce entusiasmado con su nivel de conocimiento. Admite que la pandemia fue clave para tener visibilidad y que las recorridas con “H”, como llama, a veces, al jefe porteño, le suman músculo: “Nos ven como una dupla”, cuenta.

Al llegar al club Bet Am del Oeste, Santilli se disgusta con Lampa cuando ve a decenas de personas agolpadas, en fila frente a la puerta: “Jorge, nos van a matar [por la pandemia]. Esto no es un estadio”. En la esquina de Laprida y Saavedra lo esperan integrantes de su equipo de comunicación y alfiles locales. Le recomiendan saludar a los que se anotaron y no podrán ingresar al salón por falta de espacio. Rosario, una señora mayor, lo intercepta y le pide seguridad. “Dame tu dirección y yo te voy a visitar”, le promete. De repente, uno de sus asistentes pasa corriendo con una planilla para anotar los datos de los vecinos. “Yo te fiscalizo en dos escuelas”, le enrostra una mujer para ver si logra que la dejen entrar. Mientras se saca selfies para calmar los ánimos, Santilli se disculpa: “No hay más lugar adentro. Anótense en la lista y nos tomamos un café en Rocky”. Antes de ingresar, Santilli gira y le dice a este cronista: “Y eso que estos no son militantes nuestros, eh”. Los encuentros “bimodales” con vecinos, todo un sello larretista, se convocan a través de un call center, mails o redes sociales.

Cuando ingresa al salón, Santilli se pone el traje de showman. Como un conductor televisivo, les da la palabra a los asistentes que participan del encuentro vía Zoom y anota sus nombres y preguntas en una planilla. “La Ciudad no es la NASA. Se necesita decisión política”, les dice. Santilli busca empatizar: se golpea el pecho al escuchar a una docente, asiente con la cabeza cuando brotan las críticas a los jueces por la “puerta giratoria” y no se fastidia cuando lo interpelan. “¿Qué pasó con Vidal?”, le reprochan. Cecilia, sentada en la primera fila, lanza: “¿Cómo hacemos para que cumplan las promesas? Después de la campaña desaparecen”. Desde un costado, un hombre le pide impulsar un proyecto para dividir La Matanza, mientras despotrica contra el PJ: “Nosotros nos sentimos la Cataluña de La Matanza. Yo sé que vos venís del peronismo, pero sos otra cosa”, le dice y levanta una ola de carcajadas. Santilli se encoge de hombros, sonríe y suelta: “Hace 17 años que estoy en Pro”.

Después de cerrar una charla con una arenga, Santilli se saca fotos y recibe hojas con propuestas y hasta un curriculum vitae. Dos de sus asistentes lo ayudan a salir del salón y se sube a la camioneta. Apenas Lampa arranca el motor rumbo a San Justo, donde lo espera Larreta, Santilli se da vuelta y exclama ante la mirada de Finocchiaro: “Ni uno me dijo por qué crucé la General Paz”. Sus armadores hacen un balance de la tertulia y lo felicitan por la performance. Él no oculta el entusiasmo y admite que salió con una “leve sensación de esperanza”. “Yo soy un mestizo. En el conurbano me dicen peronista y en el interior me asocian con Pro”, reflexiona. Finocchiaro lo celebra: “Está bueno porque podés jugar con las dos cosas”. Sebastián, su asesor, los interrumpe para decir que Larreta ya lo está esperando en la peatonal de San Justo. “El Pelado está cerca del café Tokio”, lo notifica. Finocchiaro le avisa: “Colo, mirá que acá nos pueden mandar a alguien para que te diga ‘gorila’ o ‘chorro”. Envalentonado, Santilli no se inquieta: “Ale, me chupa un huevo”. Cuando se baja de la camioneta, un joven lo intercepta y lo chicanea por la eliminación de River de la Copa Libertadores. “¿Cómo caí? Qué boludo”, se autoreprocha. Mientras cruza la plaza frente al palacio municipal, Santilli lee en voz alta el mensaje ploteado en un patrullero: “’La Matanza avanza’. ¿Será verdad?”, suelta con una mueca socarrona.

Ya en la peatonal, Santilli saluda a los militantes de Juntos, que lo esperan con pecheras en las mesas. Una mujer lo increpa mientras lo filma con su celular: “Qué van a pelear por los salarios del personal de salud, caradura”, le dice, mientras el exvice jefe porteño entra a un local. Ya con Larreta, que llega rodeado de asistentes, se sacan fotos con Flores y Finocchiaro. “Hay buena onda de la gente”, evalúa el alcalde, quien mira las legislativas como un globo de ensayo de su proyecto presidencial para 2023. “Ni loco vamos a aflojar”, exclama Larreta al despedirse de una vecina. Después entran a otros dos negocios, guiados por sus colaboradores, para charlar con los encargados. Antes de que lleguen Larreta y Santilli, Silvia, a cargo de eventos y organización, sondea con referentes de Pro a los comerciantes del lugar para coordinar la visita del candidato. La escena se repite al mediodía frente a la estación de tren de Laferrere, en la esquina de Avenida Luro y Piedrabuena. “Acá el paisaje es otro”, soplan los armadores de Santilli. En medio de un hormiguero de personas y un caos de tránsito por las obras para construir una peatonal, Santilli se baja de la camioneta que traslada a Larreta para recorrer juntos la zona. Los esperan el diputado nacional Hernán Berisso (Pro) y Flores, alfil de Carrió. Un puñado de asistentes, con cámaras de filmación en mano, los persiguen por la vereda. Son imágenes, “enlatados”, como dicen en la jerga de la comunicación de la campaña, que minutos después se difundirán entre los medios. “¿Diego, viste lo que es caminar por Laferrere?”, le dice “Toty”. Larreta se muestra involucrado con la travesía. Se saca selfies y pide el voto para su candidato: “Bancame a Santilli en la provincia, eh”, le responde a un vecino. La comitiva avanza y se escuchan algunas críticas: “Juira, Santilli”, grita un joven. Otro hombre se enfada con el tumulto: “¡Cómo aparecen ahora los políticos en campaña!”. “Respeto, por favor”, reclama una militante de Pro.

A bordo de nuevo de la camioneta de Lampa, Finocchiaro se envalentona por el termómetro de la recorrida en Laferrere y motiva a Santilli: “Gran prueba pasaste. No se escuchó ni una puteada”.

Faltan minutos para las 16 y Santilli está demorado. En el barrio Santa Rita, en González Catán, lo esperan Bullrich y Pichetto, sus laderos para la actividad vespertina. Cuando la titular de Pro lo divisa, rompe el silencio: “¿Este no se animó a meter el auto?”. “Prefiero caminar, Patri”, le dice el candidato. En el barrio, le explican dos vecinos a Santilli, hay dos canillas con agua potable para unas 60 familias. Después de la foto y el video para redes, Rosa les pide a Santilli y Bullrich que la acompañen hasta la casa, ubicada a tres cuadras. “Acá llueve y se inunda todo”, les suplica. Sentado en un banco, un joven mira al candidato, lo llama y le dice: “Te vi anoche con [Claudio] Rígoli en Canal 9”. Santilli lo festeja como un gol. “La esperanza está en ustedes”, le contesta. “Me mató con esa frase. Yo voy a ser diputado y lo único que puedo hacer en el Congreso es pelearme”, se lamenta cuando abandonan lugar.

Cuando cae la tarde, Santilli, Bullrich y Pichetto ingresan a la casa de Nelly, madre de dos víctimas de inseguridad. Le prometen mover contactos en la Justicia para acelerar los tiempos del juicio y activar al Ministerio de Seguridad porteño para encontrar a uno de los prófugos por el crimen de Alejandro, policía acribillado frente a la mujer en Navidad.

Concluida la charla, Santilli y sus laderos atienden a los medios locales. Parece desplomado después de escuchar el relato de la mujer y sus colaboradores le hablan para levantarle el ánimo: antes de que anochezca necesitan una foto con los militantes de Pro y candidatos locales: “Esta es la parte bizarra de la campaña. Lo otro es lo normal”, bromea Santilli. Cuando llegan a la estación San Justo, recupera el ímpetu. Lo esperan con carteles y banderas de Pro y argentinas: “Sí, se puede”, le gritan. Él salta al ritmo de Sergio Denis. Se da un baño de militancia. Después de la seguidilla de selfies, y de grabar un video para Tik Tok, lanza la última gracia: “Yo no soy un robot como Horacio. Vengo y me pongo a bailar y saltar”.

(La Nación)

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Luis Juez habló de Victoria Villarruel: “Tiene que acompañar la suerte del Presidente, si no, no aceptes”

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Luis Juez reavivó el debate sobre la dinámica interna en el Senado y la relación entre Victoria Villarruel y Javier Milei. El dirigente cordobés atribuyó las tensiones actuales a lo que describió como una transformación de la actitud de la vicepresidente, que fue impulsada por su entorno. “Tiene que acompañar la suerte del Presidente, si no, no aceptes”, dijo.

El diálogo entre la Casa Rosada y Victoria Villarruel es nulo desde hace tiempo y la salida de Guillermo Francos del Gabinete, que oficiaba como interlocutor entre las partes, hizo que la comunicación hoy sea inexistente.

Juez responsabilizó a los “adulones que rodean al poder” por alimentar las aspiraciones de Villarruel al estar en línea directa de sucesión, generando una desconfianza interna y dificultando la relación con Milei.

En diálogo con Luis Novaresio en A24, el senador nacional enfatizó que “no tiene sentido que no puedas acompañar a un tipo que te hizo diputada nacional y te hizo vicepresidenta”. Además, consideró que la titular del Senado se habría dejado llevar por la idea de que podría suceder al presidente en caso de una eventual caída del gobierno.

En ese sentido, el dirigente cordobés también abordó el impacto del poder en la conducta de los dirigentes políticos, afirmando que es “un gran afrodisíaco” y sostuvo que, incluso, quienes no provienen de estructuras políticas tradicionales pueden verse desestabilizados por tener aún más. De esta manera, el senador ironizó al decir que “si algún día se encapsula el poder, desaparece el Viagra”.

Asimismo, Juez recordó que, durante el primer año legislativo de Milei, trabajó para consolidar un bloque de 39 integrantes en el Senado, con el objetivo de garantizar el funcionamiento de la Cámara alta. Sin embargo, lamentó que las disputas internas y el clima de adulación hayan deteriorado la dinámica institucional.

En este contexto, recordó que la historia argentina demuestra que los vicepresidentes suelen convertirse en una complicación cuando no comprenden cuál es su función. “El Vicepresidente es una persona que tiene que acompañar la suerte del Presidente. Si no, no aceptes el cargo”.

Uno de los episodios que, según Juez, marcó un quiebre en la relación con Villarruel fue la discusión por el aumento de los sueldos de los senadores. El legislador calificó esa decisión como “una vergüenza de la que no se iba a poder volver”, y sostuvo que ese tipo de medidas contribuyó a profundizar las diferencias dentro del oficialismo.

Esta semana, este tema volvió a ser noticia luego de que Villarruel se desmarque nuevamente de la Casa Rosada para otorgarle un bono extraordinario a los empleados del Senado. La presidenta de la Cámara alta dispuso un pago único de $500.000 a los trabajadores de planta y, aunque la medida no alcanza a los senadores, reavivó las tensiones por la política salarial restrictiva del Gobierno.

Juez insistió en que Villarruel fue “devorada por el personaje” y que su transformación responde tanto a factores personales como al entorno que la impulsó a creerse con un protagonismo superior al que su cargo le exige.

Sobre su relación con Milei, el senador comentó que habló con él cuando estuvo en Córdoba el fin de semana ahí en Las Higueras para la presentación de los aviones de los F-16. Y añadió: “Seguramente me voy a juntar antes de fin de año”.

Pese a las diferencias que tuvieron este año por haber votado a favor de la declaración de la Emergencia Nacional en Medicina Pediátrica y en Discapacidad, Juez mencionó: “Yo lo escucho a Milei y me identifico con algunas cuestiones disruptivas” y aseguró: “Yo antes de las redes ya era un Milei sin pelo”.

Milei tiene una idea de lo que no hay que hacer. Sabe que a este país el populismo lo puso en el lugar donde lo puso, y creo que ahí tiene una gran posibilidad. Yo por eso lo sigo, por eso lo acompaño, por eso estoy convencido, por eso creo que no puede fracasar. No hay más nada. Para mayor claridad, fue la última elección. La gente dijo ‘esto no, por Dios, no me llevés ahí’. Pero muchas veces los pueblos vuelven al peor de su destino, vuelven a manos de los tipos que los han mancillado, humillado. Entonces, me parece que Milei sabe lo que no”, concluyó.

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El Gobierno enfrenta su primera prueba poselectoral: tensión por los tiempos para arrancar con el Presupuesto 2026

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El oficialismo se impuso el objetivo de aprobar el Presupuesto 2026 como primera prueba poselectoral. El proyecto vino ganando títulos durante semanas, marcadas por una larga serie de reuniones formales y conversaciones reservadas con gobernadores, para tratar de asegurar un rápido trámite en Diputados y el paso sin modificaciones por el Senado. Llegó ahora el día de traducir las negociaciones. Este miércoles arranca formalmente el período de sesiones extraordinarias, pero hay demora y la previa anotó recelos en la Cámara baja, además de versiones sobre hilos aún sueltos en las tratativas con los jefes provinciales.

El foco apuntó en las últimas horas al despacho de Martín Menem. Se esperaba una señal sobre la inmediata recomposición de la comisión de Presupuesto y Hacienda. Pero finalmente trascendió que recién a principios de la semana que viene sería dado ese paso, con la intención de sesionar uno o dos días después. El punto es que la demora se debería a antes que nada a cuestiones que tiene que resolver el Ejecutivo: con quiénes y cómo cerrar acuerdos, porque no habría elasticidad suficiente con todos los gobernadores.

Diego Santilli ya recorrió casi todo el circuito de las provincias consideradas para el diálogo, es decir, descontando opositores duros, por decisión de Olivos, no como fruto de desaires a una convocatoria oficial. La respuesta a las demandas es una cuestión que no se limita al ministerio del Interior, porque pesa Luis Caputo. Vale un ejemplo notorio: las tratativas con la Ciudad de Buenos Aires por la deuda de coparticipación que generó la poda de CFK -con Alberto Fernández presidente- suma una o dos reuniones por semana, pero hasta ahora sin acuerdo sellado.

Desde el oficialismo, insisten en proyectar un panorama optimista. No parece sencillo. Hablan de una negociación que finalmente le permitiría contar con el apoyo de peronistas alejados de UxP, provinciales y buena parte sino todo el interbloque armado por el PRO, golpeado por los saltos hacia LLA, y parte del radicalismo. Necesita avanzar más en el heterogéneo espacio abierto al diálogo y, a la vez, insistente con sus demandas. Le hacen falta 34 diputados para tener quórum, además de asistencia firma de su bloque, que creció a 95 integrantes.

El tratamiento a la carrera que Olivos se trazó como objetivo para coronar el Presupuesto aumentó las expectativas sobre una rápida constitución de la referida comisión de Diputados. Y tal vez por eso mismo, resultó llamativa la postergación hasta la semana que viene. El clima anotaba además algunas tensiones sobre el criterio para distribuir las 49 sillas de Presupuesto y Hacienda.

Durante la jornada, mientras se sucedían conversaciones en la presidencia de la Cámara, circuló la información según la cual podrían restarle un lugar al interbloque de Provincias Unidas y uno también al PRO-UCR. La discusión tiene antecedentes y remite al modo de considerar el peso de cada sector, como bloque exclusivamente o en función de interbloques. Pero, por supuesto, se trata de una cuestión política, que sería más evidente si termina siendo beneficiado algún socio del oficialismo.

La primera cita de PyH aprieta aún más el calendario violeta. La intención sería integrar la comisión el lunes o martes, imponer dictamen el miércoles y llevar el tema al recinto veinticuatro horas después. El acuerdo político con aliados y dialoguistas debería ser repetido en el Senado, también velozmente, para aprobar la ley antes de fin de año. Ese es el plan, claro, pero antes debe ser resuelto el capítulo de las tratativas con los gobernadores.

Vinculada con ese desenlace, aunque con características propias, la apuesta violeta en el Senado está centrada en la reforma laboral. El proyecto llegaría el jueves o viernes a la Cámara alta y se estima que, en el mejor de los casos, podría tener dictamen hacia fin de año. Es un desafío que se plantea personalmente Patricia Bullrich, después de algunos pasos en falso o contratiempos como elemento desgastante.

En este caso, a diferencia del Presupuesto, el tema trasciende el terreno “estrictamente político” e involucra a organizaciones sindicales y empresariales. La CGT está a la espera del texto del proyecto, más allá de las versiones que la ponen en guardia y de los guiños que trascienden. Los jefes cegetistas comenzaron a tener encuentros con representantes de la oposición y gobernadores. Por lo demás, la agenda formal para un trámite legislativo como el que se avecina incluye la convocatoria a las entidades directamente afectadas y a expertos en la materia.

Cada uno de los proyectos incluidos en el temario de extraordinarias tiene artículos sensibles, desde la “modernización laboral” a la ley de glaciares y los dólares del colchón. Resulta difícil para el Gobierno articular un sistema de alianzas sólidas que funcione indistintamente frente a cualquier iniciativa. La prueba inicial, por lo pronto, está atada al Presupuesto.

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Magario y Otermín suenan para conducir el PJ Bonaerense y crecen las disidencias entre Kicillof y los Kirchner

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“No le vamos a dar el PJ a Máximo ni a ningún aliado de él. A partir de ahora hay que dar todas las peleas y todas las discusiones”. Fuerte y al medio. Así pateo un importante dirigente del grupo político más chico que rodea a Axel Kicillof. El aliado al que se refiere tiene cargo, nombre y apellido. Es el intendente de Lomas de Zamora, Federico Otermín.

En el kicillofismo, donde se engloba el Movimiento Derecho al Futuro (MDF), fortalecen la idea de que quien conduzca debe estar alineado al Gobernador. El encargado de remarcarlo ayer, durante una entrevista en radio La Red, fue el ministro de Gobierno, Carlos Bianco, que dejó entrever dos posturas que dan vueltas hoy por el gobierno bonaerense: que el nombre impulsado por Kicillof sea el de la vicegobernadora, Verónica Magario, y que se realicen elecciones internas en el partido.

“Hay muchos compañeros que podrían ejercer esa responsabilidad política de excelente manera. Después, quien sea, lo tendrán que decidir los afiliados al partido”, sostuvo Bianco. Luego, agregó que Magario “además de su carrera política, es quien más representa directamente los intereses del Ejecutivo Provincial”. Fue un guiño claro.

El sector del gobernador bonaerense empieza a cerrar filas sobre la posibilidad de que la vicegobernadora sea la presidenta del partido, aunque también aseguran que hay varios intendentes con capacidad y voluntad de conducir el PJ Bonaerense el próximo año.

Magario ha ganado confianza en el círculo más chico de Kicillof y empezó a aparecer en la boca de varios dirigentes cercanos a Kicillof como una opción viable para llegar a la presidencia del partido. El Gobernador no tiene intenciones de ser el presidente del partido, pero quiere a alguien de su confianza en esa silla. Si no es él, la matancera aparece como una opción viable.

Lo que todos tienen claro en el kicillofismo es que no avalan la continuidad de Máximo Kirchner o el desembarco de un intendente cercano. Quieren imponer un dirigente cercano para que desembarque en medio de una negociación tumultosa y cruzada, o para que compita en una elección interna y empiece, a través de los votos, a saldar las diferencias que atormentan al peronismo bonaerense.

“¿Cómo va a ser prenda de unidad una persona que negocia por un sector?“, se preguntaron cerca del Gobernador respecto al jefe comunal de Lomas de Zamora. Otermín es un dirigente de estrecha relación con Máximo Kirchner, a través del ex intendente lomense Martín Insaurralde, que sigue teniendo influencia en las discusiones de poder de la política provincial.

Durante las negociaciones por el armado de la alianza electoral y las listas de candidatos, Otermín fue uno de los nombres propios que trianguló información entre la gobernación bonaerense, el massismo y la familia Kirchner. Tiene buena relación con todos los sectores, pero está parado de un lado de la línea que divide a Kicillof de Cristina Kirchner. Más allá de los buenos modales y de su vocación de hablar con todos. Hace equilibrio, pero tiene un lugar de identificación bien marcado.

Otro nombre que suena para llegar a la cúpula del PJ Bonaerense es el de Federico Achával. Hace un año que el intendente de Pilar está presente en la ronda de nombres propios con posibilidades de ocupar cargos importantes en el peronismo de la provincia. Fue uno de los promocionados para encabezar la boleta de diputados nacionales y también para competir por la senaduría de la Primera sección electoral. Hasta aquí solo fueron rumores.

La opción de que Máximo Kirchner siga al frente del partido se diluye con el pasar de las semanas. En el MDF no avalan otro mandato, mientras que por fuera del esquema de Kicillof algunos intendentes, que tratan de hacer equilibrio en la interna, creen que la información que hizo correr el líder camporista de que quería continuar en la presidencia, tiene que ver más con una postura para negociar que con una decisión auténtica.

“Máximo quiere una salida elegante. Si no dice que quiere seguir, se lo llevan puesto y lo patean en el piso. Y eso no está bien. Esta postura le da aire para negociar. El nombre de Otermín aparece en ese contexto”, analizó un intendente del conurbano bonaerense que trabaja por una paz que nunca llega.

En La Plata impulsan la idea de hacer unas elecciones internas. “El peronismo necesita democracia interna. Necesitamos votar. Puede haber algunos sillazos, puede haber alguno que se robe una urna. Es algo mínimo al lado de que voten una gran cantidad de afiliados en un partido que se está muriendo”, fue el análisis crudo de una figura de renombre dentro del peronismo bonaerense.

La interna siempre tiene un equipo de intendentes que la repelen. Encuentran argumentos en los daños colaterales, el dinero que se debe gastar y la falta de logística para hacerlo. El peronismo hace muchos años que esquiva una competencia interna. Ya sea en una elección partidaria o en una nacional.

La fecha estimada en que debe realizarse el acto electoral es entre febrero y marzo. En eso hay acuerdo de las partes. Por eso para fin de este año o, como máximo, el principio del 2026, debe estar resuelto cómo se va a decidir la conducción del PJ Bonaerense.

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