*Maximiliano Abad. Jefe del bloque de diputados, Juntos por el Cambio, Provincia de Buenos Aires.
Aunque con escasa información sobre cómo se implementará, la Provincia de Buenos Aires regresará a la presencialidad plena en las escuelas este miércoles 2 de marzo. Después de dos años prácticamente sin clases presenciales hay que celebrar esta vuelta a las aulas, pero sin perder de vista la enorme complejidad que tenemos que enfrentar en materia educativa.
En primer lugar, el bache de dos años impone una estrategia específica. No se puede retornar a la presencialidad como si empezara un ciclo lectivo común y corriente. Sin embargo, el gobierno todavía no explicitó qué va a hacer para apuntalar las trayectorias educativas que se vieron afectadas.
La estrategia no debe generalizar, porque los problemas son múltiples: hay vulnerabilidad, hay dificultades con el aprendizaje, hay ruptura del vínculo entre los alumnos y la escuela. Esto fue muy claro en el fracaso del programa ATR, impulsado por el Ministerio de Educación bonaerense porque, en muchas escuelas, la asistencia de los estudiantes no superó el 10%. Los chicos decidieron no ir, y esto es una realidad palpable.
Estamos ahora en un momento clave: podremos saber cuántos alumnos se cayeron del sistema, en la comparación de la matrícula 2021-2022, y con ese dato hay que ir a buscarlos a la casa, uno por uno, hay que tener planes basados en los aprendizajes urgentes, hay que planificar acciones para cada caso, porque es urgente devolver a esos chicos y chicas al sistema educativo.
Pero, además de aquellos que se fueron, también están los que se mantienen, aunque con dificultades muy importantes: por eso, las evaluaciones nacionales son tan importantes para tener datos certeros sobre los aprendizajes y proponer soluciones. No podemos olvidar que, incluso antes de la pandemia, el 50% de los alumnos en la secundaria tiene dificultades en su trayectoria educativa por repitencia o abandono. El número ya era dramático en 2019.
El gobierno debería haber informado qué deben aprender esos alumnos, con qué déficit llegan a este nuevo ciclo con presencialidad, cómo será la recuperación de lo perdido, si se reforzará con clases fuera del horario, o alguna otra estrategia de soporte. Pero, por ahora, nada de eso está en la agenda pública. Apenas un documento, muy elemental, del Consejo Federal de Educación.
Finalmente, dentro de los desafíos en la política educativa del gobierno, no es menor el acto de justicia que se les debe a los docentes. Hay que reivindicar las buenas prácticas docentes, que hay muchas, muy creativas y que no sólo abarcan el aspecto académico, sino el vincular, de contención, es rostro humano de la educación. Tampoco el gobierno ha hecho nada para destacar el trabajo fenomenal de muchos docentes: si no se pone en valor la profesionalidad de los buenos maestros y profesores, todo da lo mismo, y eso tiene consecuencias muy graves.
Por todo esto, hay que celebrar la vuelta de la presencialidad, algo que nunca debió interrumpirse, pero si no incorporamos al debate el resto de las variables, la presencia en el aula por sí sola no alcanza. Esperemos escuchar pronto al gobierno explicar su plan, su estrategia, sus métodos de abordaje. Por ahora, su silencio deja un ruido ensordecedor.
Fuente: Perfil.