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¿Feliz 2023 para Todos?

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*Por Marcelo Falak

Ya se sabe que Cristina Fernández de Kirchner está condenada en primera instancia por administración fraudulenta, que Mauricio Macri debería rendir cuentas en varios temas por los que nunca deberá decir ni mu, que la relación entre Patricia Bullrich y su mano derecha Gerardo Milman deja mucha tela para cortar, que Marcelo D’Alessandro sembró dudas enormes sobre la integridad del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, que la relación entre la política y el Poder Judicial da asco y que este solo investiga al peronismo. Con esas certezas terminó 2022.

Este domingo, cuando comienza un nuevo año, todas las preguntas convergen en el impacto que esas y otras cuestiones pueden tener en las urnas, en las cuales se definirá el futuro de quienes vivimos, trabajamos y soñamos en la Argentina. ¿Cuánto pesarán aquellas certezas? ¿Podría presumirse, en contrario, que no serán ellas las que le den forma a la borra del café y que “el primer metro cuadrado” de siempre, es decir las condiciones de vida materiales, será lo que defina el pleito?

Seguramente así será y, para el peronismo gobernante, eso es todavía peor que hablar de viejas corruptelas. Como se sabe, la actividad –incluso con números todavía positivos– se enfría poco a poco y la inflación agobia. Solo eso explica que las recetas de Juntos por el Cambio, eyectadas en su momento por la sociedad, tengan tantas chances de volver a aplicarse, esta vez a la velocidad de la luz.

¿Es realmente la inflación el problema mayor de la sociedad? Sí y no. El asunto figura al tope de las preocupaciones en cualquier encuesta, pero la gente contesta lo que se le pregunta. Sería interesante que esos relevamientos plantearan el interrogante simplemente en términos de si los ingresos alcanzan o no. La diferencia no es inocente: el primer modo de preguntar pone el foco en las políticas oficiales, el segundo en estas y, además, en la actitud de una parte del empresariado que se ha entregado en la pospandemia a un frenesí de recomposición de márgenes de ganancia. En eso radica la conocida fábula del crecimiento y los cuatro vivos…

Resulta evidente que las dos cosas –inflación e ingresos– están vinculadas estrechamente porque es el aumento de los precios, que por poco no llegó al 100% pronosticado en el año pasado, lo que erosiona los salarios. Sin embargo, el problema real es la falta de dinero.

El Círculo Rojo político, económico, mediático y social se entretiene con las chanchadas de sus principales protagonistas. Hace bien, ya que son temas importantes, incluso a nivel institucional, como se ha visto en las últimas semanas.

El detalle es que el país tiene ya a la vista el proceso electoral y que la realidad de las condiciones de vida golpea con furia.

Aristóteles y Perón, un solo corazón
Este es un drama existencial para el ADN peronista, al punto que una de las sentencias más recordadas del general –en rigor, un cover que le hizo a Aristóteles– indica que “la única verdad es la realidad”.

El INDEC acaba de señalar que el Índice de salarios creció en octubre 5,1% en relación con el mes precedente –en promedio, porque el cada vez más numeroso sector privado no registrado sufrió con un apenas un 3,1%–. Así, acumuló una suba del 69,5% en el año y del 80,7% en los 12 meses previos

¿”Creció”, se dijo? Solo en términos nominales, pero no en lo real, es decir cuando se toma en cuenta la inflación. Dado que se habla de octubre, conviene regresar al IPC de ese mes: 6,3%, 76,6% y 88%, respectivamente.

Alberto Fernández se toma de lo que puede y saca pecho con las estadísticas de generación de empleo. Podemos discutir frenéticamente sobre “modelos”, pero la verdad es que ciertas condiciones estructurales, subyacentes, dan lugar a procesos históricos de larga duración que explican, en el tema que tratamos, que los puestos de trabajo que se crean son cada vez de menor calidad y peor remunerados.

El macrismo se emocionaba hasta las lágrimas al ponderar el espíritu emprendedor de quienes perdían el empleo y se ponían un chulengo a las puertas de sus casas para vender ricas bondiolas –sin factura, claro–. Ya se sabe que no hay allí nada que festejar.

Lo anterior corre en paralelo con las cifras de pobreza del cierre de 2022 que, cuando se conozcan, probablemente incrementen en un par de puntos porcentuales el 36,5% del primer semestre. Para peor, los números espantosos de los ingresos populares no se limitan al período comprendido entre los octubres de 2021 y de 2022. La decadencia de los mismos data de unos cinco años, algo que habrá que tener en mente en la noche en que se cuenten los votos y, acaso, haya que dar cuenta de ciertos fenómenos políticos monstruosos que serían frutos de la desesperación.

De acuerdo con un trabajo del economista Nadin Argañaraz, director del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), “en los 58 meses que transcurrieron entre enero de 2018 y octubre de 2022, los trabajadores privados formales perdieron el equivalente a 7,9 sueldos, los públicos 9,8 sueldos y los informales 12,9 sueldos (más de un año de ingresos)”.

En porcentajes, calculados en base a salarios promedio, el informe de Argañaraz arroja, respectivamente, pérdidas del 18,9%, 21,9% y un pavoroso 37,9% en la Argentina más postergada, la que, se supone, es la base principal del peronismo.

Si de larga duración se habla, sería injusto pasar por alto que Fernández recibió una herencia muy mala –como le había pasado antes a Mauricio Macri– y que, sobre llovido, mojado, luego tuvo que lidiar con una pandemia. El confinamiento que nadie cuestionó hasta que efectivamente se hizo demasiado prolongado llevaba entonces incluso a los economistas ortodoxos a exigir que se gastara y emitiera todo lo necesario para evitar el colapso del tejido productivo y un cataclismo social. “Después vemos qué se hace con esos pesos que sobren”, era la definición.

Bueno, los pesos que sobraron terminaron en manos de los cuatro vivos y para el resto quedó la inflación de –casi– el 100%. Nadie recuerda ya haber recomendado gastar y emitir a destajo.

Aunque lo anterior es un descargo para el presidente de la mala estrella, no deja de ser frustrante para el peronismo que su paso por el poder deje semejante efecto sobre los ingresos populares. Quienes votaron en 2019 al Frente de Todos pensando en un futuro mejor saben hoy que habrán invertido cuatro años de su vida en la nada misma.

¿Podría tener redención el peronismo –justo el peronismo– en semejantes condiciones? Mientras que para Cristina es todo desencanto, el Presidente y, con mucha más cautela, Sergio Massa creen que sí. Si la inflación bajara hacia abril o mayo al “tres y pico” mensual que se fijó como objetivo el superministro y las paritarias que se cierren para entonces generaran el espejismo de una recomposición de los salarios, ¿quién sabe? Sin embargo, que eso pase no es para nada seguro, el camino económico hacia ese objetivo es empinado y el ruido de la política –el habitual en el país de la grieta y el esperable en el año electoral– no va a ayudar.

Se discuta lo que se discuta, al final será el salario. Querida dirigencia, no digas después que nadie te avisó.

(LetraP)

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Mediática y viral: la responsabilidad que nos toca a todos

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Partamos de la siguiente base. El caso Loan, además de figurar en el rubro policiales también pertenece a la categoría política. Teniendo en cuenta ese punto, es correcto que estas líneas figuren en este espacio. Y es que más allá de la aclaración, la mayoría de los ciudadanos entiende que en casi todos los casos policiales (de gran impacto) la política mete la cola.

También está claro que, en esta historia, todos tenemos diferentes responsabilidades a la hora de confeccionar el cuadro de situación que hoy nos deja este flagelo. No es lo mismo un legislador que un juez. Tampoco un policía que un periodista. Aunque todos aportamos algo. Para mal o para bien. “Cuando todos seamos superheroes, ya nadie lo será”, dice Mr. Increíble en la (gran) película “Los Increíbles”. Y algo de eso hay. Sobre todo para los nuestros. Los colegas. Los comunicadores.

Hace unos cuantos años, siempre se les pedía máxima responsabilidad a los periodistas en su trabajo cotidiano. Y es que eran (éramos) los encargados de darle a difusión a las noticias. De ahí la idea de chequear fuentes y revisar datos antes de publicarlos. Hoy el mundo cambió. El de la comunicación puntualmente. Pero el otro también. Por eso, en el auge de las redes sociales y la viralización, también algo de eso se le debería pedir a los ciudadanos.

Un reciente caso en nuestra ciudad, con escrache digital entre familiares de alumnos de una escuela local, llego hasta denuncias (en el aire) de intento de secuestro. Justamente apuntando a ese ejercicio de responsabilidad (periodística), se pudo chequear tanto en la órbita educativa como la policial que no había nada que hiciera sospechar que los hechos ocurrieron tal cual se deslizó livianamente.

¿Y entonces? ¿Qué hacemos? Con las víctimas, sobre todo. Y no me refiero al pobre infeliz del que muchos ya se saben la patente de su auto de memoria. Apunto al resto de la ciudadanía. Esa que, casi en un brote psicótico, se encargó de replicar lo más que pudo una denuncia que, evidentemente, no tenía la rigurosidad necesaria.

Sin embargo, releyendo el último párrafo, casi que se confunde el lugar que le toca a cada uno. ¿Víctima o victimario? Por qué los mismos que se alarmaron con un mensaje que tenía más ruido que nueces, estoy convencido que son los mismos que irresponsablemente (aunque sin advertirlo) contribuyeron a ese círculo vicioso ¿En que quedamos?

Casi que en nada, a decir verdad. Como en este episodio que es como tirar una trompada al vacío. La pregunta es si alguna vez la paja se separará del trigo. O al menos querrá hacerlo.

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Bahia Blanca y las alertas: ¿Le damos bola?

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Hay un antes y un después del 16 de diciembre de 2023. El temporal que azotó la ciudad y dejó el saldo luctoso de 13 personas marcó a cada uno de los bahienses.

Es importante destacar que las alertas se emiten para permitir a los vecinos tomar cuidados que nos permitan un resguardo de los acontecimientos climáticos.

Es que cada vez que sopla viento fuerte y en la ciudad es bastante normal, ahora nos tomamos la cabeza con suma precaución ¿Pero antes?

Según informes meteorológicos Bahía Blanca tuvo 15 alertas amarillas y dos alertas naranjas en 2023. Una de estas, la última fue la catástrofe.

Según el informe de PYP solo 2 personas de cada 10 toman recaudos en el pais con las alertas amarillas y los medios tienen mucho que ver.

“Es que muchas veces dicen que pasa y no pasa nada” fue una de las frases más escuchadas post temporal y de varios que tenían fiesta de egresados o encuentros que justificaron con esta frase para “No faltar”.

Los medios de información debemos de sostener que “cuando exista alerta la población deberá de resguardarse” y entender que 13 familias no volverán nunca más a ser las mismas.

 

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¿Y los concejales? Bien, gracias

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No caben dudas que Bahía Blanca está viviendo un fin de año sumamente difícil, producto del trágico temporal que azotó a la ciudad días atrás.

Luego de lo acontecido, la Municipalidad e importantísimas entidades locales como la Unión Industrial, la Corporación del Comercio y grandes empresas multinacionales, entre otras, encabezaron, como bien definió el intendente Federico Susbielles durante estos días, la reconstrucción de la ciudad.

Sin embargo, parece que ciertos actores no han tenido mucho protagonismo a lo largo de estas semanas. Ante esto, uno se puede preguntar. ¿Y los concejales? Bien, gracias. Porque, a excepción del oficialismo, los ediles de la oposición brillaron por su ausencia.

Si bien durante la última sesión extraordinaria, aprobaron en el recinto la declaración de emergencia climática, económica, social y sanitaria en la ciudad o la creación en el ámbito del HCD de la Comisión de colaboración y seguimiento de la situación de emergencia en el Partida de Bahía Blanca, los hechos ocurridos hubiesen requerido un mayor compromiso y más aun siendo los representantes de los vecinos de la ciudad.

Pero claro, son “carguitos momentáneos” de cuatro años y el oneroso salario está garantizado.

 

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