Correrse del furgón de cola que ocupó en los años de Cambiemos en el gobierno para liderar la propuesta opositora en 2023. Ese es el objetivo central que entraña el aparato discursivo radical, que pivotea entre épicas arengas de resurgimiento -con reminiscencias al alfonsinismo- y auspicios de consolidación de un partido que moldee un rostro con deliberada ambición de poder. En ese esquema, el radicalismo bonaerense pretende erigirse como la columna vertebral, anclado en el antecedente reciente de la irrupción de Facundo Manes como pieza clave para el triunfo de Juntos en las pasadas legislativas.
Con el neurólogo-diputado lanzado a la carrera nacional, la UCR bonaerense busca robustecerse nutriéndose por dos carriles: a partir de la referencia taquillera del propio Manes, por un lado, y con el trajinar territorial intendentista y de la tropa legislativa, por el otro, donde el movimiento de las líneas internas también hace su juego para mantener activo el andamiaje partidario en el llano.
El radicalismo de Buenos Aires posee un inventario de poder nada despreciable: 32 intendencias, alrededor de 300 concejalías, 6 bancas en la Cámara de Diputados de la Nación y 20 escaños repartidos en las dos cámaras de la Legislatura bonaerense (6 en el Senado y 14 en Diputados).
El ADN de esa estructura se detecta con nitidez en la provincia profunda. De los 32 municipios orbitados por la UCR, solo cuatro pertenecen a las secciones electorales que conforman el AMBA (Primera y Tercera) y tres de ellos tienen perfiles ligados al interior (Suipacha, Brandsen y Magdalena), siendo San Isidro el único distrito netamente del conurbano bajo el mando radical. La jurisdicción donde aparece el mayor reservorio de comunas UCR es la Quinta, sección de base del titular del Comité Provincia, Maximiliano Abad. Allí, el radicalismo administra 12 municipios: Tandil, Balcarce, Rauch, Lezama, Monte, General Belgrano, Ayacucho, San Cayetano, Madariaga, Lavalle, Maipú y Lobería.
Ese rasgo identitario del radio de influencia radical fue sedimentado durante el mando partidario del otrora vicegobernador Daniel Salvador, que le otorgó al vidalismo la garantía herbívora de la exclusividad amarilla en las riendas del Ejecutivo provincial a cambio de presencia legislativa radical y sostener el núcleo de poder boinablanca anclado en el interior.
Para crecer, en el Comité Provincia hoy conducido por Abad saben que es imprescindible empezar a ganar lugares en el conurbano, terreno históricamente agreste para la UCR. También en aquellos grandes centros urbanos que son cabeceras seccionales en el interior, todas ellas actualmente dominadas por el socio PRO. “El conurbano necesita ser inspirado”, exclamó Manes en el reciente congreso partidario. El paso del neurólogo tendrá en ese sentido un especial hincapié en el Gran Buenos Aires, prueba de ellos son los desembarcos recientes en distritos como La Matanza (Tercera) y el programado en San Miguel (Primera).
En otro rincón interno, Gustavo Posse ya se muestra como competidor bonaerense con recorridas fronteras afuera de su distrito (San Isidro) y la ratificación de una estructura provincial propia (denominada Espacio Distinto) que, con un bloque bonaerense de dos diputados y un racimo de concejales, centraliza la estelaridad en el sanisidrense, quien sigue reiterando que “califica” para ser mandatario provincial.
La foto de la interna radical bonaerense exhibe una conducción que acapara la gran mayoría de los comités de distrito, intendentes y legisladores provinciales y nacionales. Evolución, en tanto, conduce algunos comités locales en el GBA e interior, tiene a Domenichini en la Legislatura, a Danya Tavela en el Congreso y ficha como propio al intendente de Puan Facundo Castelli. Por otro lado, el possismo, a diferencia de Evolución, que en la Cámara baja provincial integra el bloque de Juntos liderado por Abad, tiene su bancada propia con Walter Carusso al frente y anota en su armado al intendente de San Cayetano, Miguel Gargaglione.
Bajo esa estructura, en el último congreso partidario delinearon un trabajo coordinado más allá de las acciones de cada sector en el territorio y de las fricciones intestinas vigentes como marca registrada partidaria. Se acordó articular la labor de las concejalías con las legislaturas provinciales y nacionales, generar espacios de intercambio seccionales, como así también de asesoramiento técnico y capacitación, todos en coordinación con el Comité Provincia.
La acción entrelazada ya se visibiliza en acciones como el impulso al proyecto de autonomía municipal que la UCR presentó en el Senado, con eco en numerosos concejos deliberantes. Se contempla un trabajo en red vía Telegram y en dos espacios, uno para intercambiar consultas e ideas y otro para compartir proyectos. El perfil propositivo para instalar temas en la agenda pública de la oposición es un punto en el que el radicalismo pulseará con el PRO. Eso también quedó plasmado en la discrepancia que numerosos intendentes de la UCR expresaron en torno a iniciativas amarillas como el traspaso de la Policía Local a los municipios.
Bajo esos lineamientos, el radicalismo bonaerense buscará construir agenda, dinamizar estructuras y sembrar candidaturas para plantarse como el motor del “reverdecer nacional” del partido centenario.
(LetraP.com.ar)