Por Andrés Lavaselli
El peronismo acordó finalmente una ingeniería de contrapesos y garantías que le permitirá inscribir el miércoles un frente del que participarán cristinistas y kicillofistas, aunque ese “paz” es solo superficial: la unidad de las listas, si es que llega, expresará indefectiblemente un entendimiento muy precario, marcado por zancadillas y desconfianzas que persisten. La Libertad Avanza y PRO se convertirán ese mismo día en socios electorales formales, una novedad respecto del juego de la centroderecha en la Provincia, aunque lo harán con un frente cuyo diseño expresa una primacía libertaria casi absoluta, tan marcada que abre dudas respecto del futuro del partido que fundó Mauricio Macri.
“Por el color de la lista y el nombre nadie preguntó, porque hay resignación”: esa confesión pertenece a un encumbrado dirigente que el viernes puso su firma para que la Mesa Ejecutiva de PRO integre un “frente opositor” con LLA. Y da cuenta de una negociación, en la que los libertarios impusieron casi todo, desde el nombre del armado, que se llamará Alianza La Libertad Avanza, hasta el color violeta que lo identificará. ¿Y PRO? Aparecerá representado por unos 32 candidatos a diputados y senadores provinciales y mantendrá el control de las listas locales en las 13 comunas que gobierna, para proteger la gobernabilidad de sus intendentes.
En los detalles se ve clara la asimetría: PRO no tiene siquiera asegurado rescatar las 10 bancas que se vencen en este turno en ambas cámaras. Podría lograrlo pero también, dado los lugares que tendrán en las listas, podría quedarse con ocho. Puede parecer malo, pero “es mejor que lo que lograríamos solos”, confesó uno de los negociadores amarillos en una charla reservada. En las comunas también se lleva casi todo Javier Milei: el esquema 70-30% a favor de PRO en sus 13 intendencias tiene como contrapartida un esquema inverso a favor de los libertarias en prácticamente la totalidad de las 122 restantes.
Lo notable es que en esas condiciones, casi nadie quedó afuera: apenas estiran las conversaciones, con algo de incomodidad, Soledad Martínez, la delegada de Jorge Macri que gobierna Vicente López y Javier Martínez, el alcalde de Pergamino. Pero en general, la capitulación amarilla fue tan evidente que en ese partido computan como un activo que los referentes seccionales de LLA hablan ahora con mejor tono con los alcaldes amarillos. Hay pocas chances, además, de que las listas nacionales compensen el esquema: aunque esa negociación aun no arrancó, todo indica que la primacía violeta será aún más marcada.
Si el costo para PRO es la dilución, al menos por ahora, en la hegemonía libertaria, la ganancia está no solo en un armado que les dé más lugares que los que obtendrían solos: también, en avenirse a una unidad que revierta la fractura que permitió al peronismo imponerse en 2023.
La pelea que no cesa
En el peronismo, el clima se corta con un cuchillo. También presentarán un frente, lo cual implica un paso a la unidad, el pero las desconfianzas son tantas que hubo que hacer un Congreso para darle garantías al kicillofismo de que la Junta Electoral tendrá una “estricta ecuanimidad” –son las palabras que oficialmente se usaron- en su conformación. “No queremos que nos pase como en 2021, cuando en el cierre de listas no se tuvieron en cuenta nuestros reclamos”, es el argumento que deslizaron en La Plata para justificar sus exigencias. Una alusión directa a Máximo Kirchner, que controló la lapicera ese año.
La discusión por las listas propiamente dicha, en paralelo, recoge algunos episodios llamativos. El debate comenzó el domingo por la tarde en una reunión que apuró Axel Kicillof porque, cuentan, Kirchner estaba reticente y de la que participó Sergio Massa. De allí surgió la versión de una presión hacia el gobernador para que defina por sí mismo la estrategia de campaña y, en algunas versiones, tenga la lapicera principal de las listas. La idea sería que Kicillof definió diseño de la elección cuando dispuso el desdoblamiento y ahora le corresponde definir el armado para que el peronismo compita en esas condiciones.
Puede parecer una concesión, pero en el entorno del Gobernador recelan de todo lo contrario: un intento de que pague el costo en soledad si el resultado de los comicios no los favorecen. “La elección es una moneda en el aire, todo puede pasar”, reconocen en ese sentido. En ese clima hay, incluso, espacio para la mirada conspirativa: “La Cámpora puede no poner todo en estos comicios”, temen en La Plata. Como fuere, en lo que sí parece haberse avanzado es en que haya esquemas de unidad locales, armados por los intendentes, para contener dirigentes porque no habrá listas colectoras para darles lugar.
Una alquimia que tal vez dé cuenta de la dificultad de la conversación por la unidad es la idea que varios dirigentes le atribuyen a Kirchner, quien la habría propuesto en la reunión del domingo. Se trata de una especie de ruptura pactada, por la cual cada línea interna presentaría su propia lista, una para el cristinismo, otra el kicillofismo, el massismo, Grabois, Moreno. La lógica es que un mismo porcentaje de votos pero obtenido con papeletas diversas puede traducirse en una cantidad mayor de legisladores. El problema es que le darían el triunfo a Javier Milei, le dijeron a Kirchner. La cosa no prosperó.
Pero si es por encontrar señales de que el diálogo es muy complicado, los ejemplos abundan. El viernes, antes de Congreso, un grupo de intendentes se reunió en José C. Paz, a instancias de Mario Ishii, el jefe local. Del encuentro participaron solo alcaldes alineados al Instituto Patria, el MDF solo envió a uno, a modo de veedor. La desconfianza tal vez se justificó: en un curioso comunicado que no menciona quienes las formularon, se comunicaron críticas de los alcaldes a Carlos Bianco, el principal operador político de Kicillof, y un pedido para dejar sin efecto el desdoblamiento, algo que el propio Ishii le había jurado al gobernador, horas antes, que no ocurriría.
Tercero en discordia
En el armado “de centro” que integrarían radicales, monzoístas, algún despechado de PRO, CC y GEN, todos miran lo que ocurra con la UCR, que es el espacio vertebral allí. Las conversaciones están avanzadas, pero los dos sectores del partido centenario vienen de un interna intensa, que terminó judicializada, y la pulseada es dura. Además, no hay tantos lugares para repartir: los estrategas que están en el bordado del acuerdo admiten que en al menos tres secciones del interior les será difícil llegar al piso de votos para ingresar legisladores.
Una particularidad es que, si prospera una negociación en curso, se abre la posibilidad de que este frente no tenga representantes en la segunda sección electoral: allí, radicales conversan con los Passaglia para integrar a uno de los suyos a la lista de Hacer en la segunda sección. Sería en tercer lugar, pero tendría como contrapartida la exigencia de no presentar otra papeleta en esa sección. HACER, el partido de los nicoleños, se consolida así como la novedad de la elección, con chances de una buena perfomance en el norte de la provincia que atrae tanto a la UCR como al PRO. (DIB) AL