Por Andrés Lavaselli
La prohibición de participar como candidata del juego electoral que la Corte le impuso a Cristina Kirchner junto con la condena a prisión está tenido un primer efecto, paradójico. En vez de terminar con su carrera, parece haberla revitalizado: no solo desató una reacción de apoyo que la consolida como jefa de una porción del peronismo, sino que le suministró una narrativa en la que apoyarse para intentar liderar la oposición a Javier Milei: la épica de la resistencia contra la proscripción, que la emparente con liderazgos históricos de campo nacional-popular.
La marcha del miércoles para acompañar a Cristina a Comodoro Py a notificarse de su detención (si es que efectivamente ese trámite le es requerido), será el primer pico de ese proceso de recuperación de la centralidad. Pero a la vez servirá para medir una cuestión clave: cuánto tiene de social la reacción y cuánto de partidario. Es decir, hasta qué punto la expresidenta recuperó simpatía de ciudadanos de a pie y, a la vez, qué sectores de la política organizada que se habían alejado de su liderazgo vuelven a alinearse, o al menos aceptan defenderla en la calle.
Mientras, Cristina activó modificaciones en su dispositivo de conducción para adaptarlo a la nueva era. La más llamativa es el cambio de perfil de su hijo, el diputado y presidente del PJ Bonaerense Máximo Kirchner, que asumió un protagonismo mediático inédito hasta ahora. A la vez, ubicó al senador José Mayans como polea de transmisión de sus decisiones para el partido nacional, parte de un sistema de delegados personales de extracción camporista que orbitarán en torno al departamento de San José 1111, convertido en una Puerta de Hierro porteña.
Axel Kicillof es tal vez el dirigente más afectado por la nueva situación: ahora deberá sostener su desafío interno contra una dirigente que despierta la simpatía y la adhesión que despiertan las víctimas. Al menos en el peronismo y algunos sectores afines. “Estamos en un equilibrio muy finito”, reconocen en estas horas en su entorno inmediato. ¿Por qué? Porque respalda a Cristina (el martes el gobernador irá a la reunión de gobernadores y el miércoles sumará a los intendentes del MDF a la marcha) pero a la vez sostiene su desafío político.
El clima entre sigue siendo pésimo. Incluso peor -según algunos-, que antes del fallo. Kicillof lo vivió en carne propia cuando fue a acompañar a Cristina la tarde en que se anunció la resolución de la Corte. Subió hasta la sala en que estaba ella con Máximo, Wado de Pedro y Sergio Massa. Apenas lo saludaron y no le dirigieron la palabra: se fue a los pocos minutos. Unos días después, lo excluyeron de una foto de familia, con la excusa de que no era una convocatoria para gobernadores. De Pedro sumó fuego hoy: “Confío en que Axel y los compañeros que los rodean van a reflexionar”, lanzo casi en tono de advertencia.
La comandancia política de Kicillof no tiene dudas: cree que el cristinismo montó, sobre el dispositivo de apoyo a la expresidenta, una operación para incidir de forma directa en la interna. “Lo quieren transformar en el Randazzo de 2017” dicen allí. Traducción: “o aceptás lo que te ofrecemos o no te damos nada; quieren empujarnos a romper”. Aceptan que puede haber un matiz: que La Cámpora esté accionando para desgastar todo lo posible al gobernador antes de que la negociación por la unidad ingrese en su tramo decisivo.
Como fuere, el kicillofismo ya definió su postura en este punto. Asumirá la negociación en los términos en que la planteó Cristina en su reencuentro con el gobernador: con el MDF como uno de los tres sectores que discutirán el armado de las listas. Una lectura interna sostiene esta posición: Kicillof, creen en su entorno, sigue siendo esencial para Cristina,. Porque la expresidenta sumó centralidad mediática, apoyos más enfáticos de quienes ya la respaldaban y retornos de poco impacto electoral, por ahora. Pero no hizo las paces con los peronismos relevantes con los que está peleada: el de Córdoba, Mendoza o Santa Fe, por caso.
El insumo esencial de ese desafío es la capacidad de Kicillof de sostener el liderazgo sobre la la tropa de 45 intendentes que lo respalda. Especialmente, sobre e grupo que aún tiene camino de retorno al cristinismo. Hasta ahora, dicen en La Plata, no hay defecciones. Cuentan que tanto para la convocatoria del martes como para la de hoy sábado, hubo consulta vía WhatsApp con el gobernador: “¿Vamos o vaciamos?”, habría preguntado uno de ellos.
Si ese nivel de cohesión se mantiene, la negociación se dará, creen en el kicillofismo. Aunque, claro, saben que será extremadamente difícil. La prueba es el nivel de enojo que generó el rumor –posiblemente anticipado y poco preciso- de una candidatura de Máximo Kirchner en la tercera sección, aupado en la hipótesis que su apellido ayudaría a arrastrar los votos que tiene su madre. Es una variante discutible dado su nivel de rechazo en las encuestas, pero atendible en el contexto generado por la prohibición. El problema es que el enojo no tiene que ver con su perfomance, sino con su pasado como armador bonaerense de UxP.
La oposición está que arde
En la oposición, en tanto, la tensión también es elevadísima. Karina Milei es tal vez la principal responsable. Bajó una orden directa: nada de un acuerdo para septiembre que contemple una alianza que asuma una nueva identidad, como se había hablado. “Si hay arreglo, será con listas violetas y el PRO, si quiere, que sume dirigentes a esas boletas”, parafrasean a “La Jefa” en su entorno.
Ese giro caldeó la reunión de Mauricio Macri con la dirigencia amarilla, en la que pidió un acuerdo pero “con dignidad”. Se escucharon reproches airados de dos dirigentas importantes a Cristian Ritondo, a quien acusaron, en otras palabras, de no estar cumpliendo con la consigna que lanzó el presidente de PRO.
Un punto clave para el PRO es hasta dónde aceptar un esquema que licuaría la identidad amarilla en las listas libertarias. Ritondo dice que trabaja para defender a los trece intendentes de su fuerza. Pero por ahora no aparecen certezas ni siquiera de que esos alcaldes puedan tener control de las listas de sus propios distritos.
Ese nivel de tensión podría ser una buena noticia para el armado de centro que intentan un grupo de intendentes radicales, peronistas no K y dirigentes como Elisa Carrió y Margarita Stolbizer. Es que un acuerdo a medias entre PRO y LLA podría producir desgajamientos que se sumen a esta opción. (DIB) AL