La CGT deberá pasar este jueves una dura prueba: demostrar su capacidad de fuerza al instrumentar un nuevo paro contra el Gobierno de Javier Milei -el tercero en un año y medio de gestión- sin la posibilidad de contar con la UTA, el gremio de colectiveros que resulta clave en la puesta en marcha de toda medida de fuerza.

La rebeldía de la UTA, justificada en la excusa formal del cumplimiento de una conciliación obligatoria por la paritaria sectorial, viene a exponer un síntoma mayor en el escenario sindical, donde muchas de sus principales espadas empiezan a ser doblegadas por el modelo libertario.

Los operadores del Gobierno demostraron ser lo suficientemente hábiles como para abrir pequeñas fisuras en el mundo gremial, en una apuesta sigilosa que hoy rinde sus frutos.

Fue sugestivo que durante la semana pasada circulara que el Poder Ejecutivo intervendría en la obra social de la UTA, una amenaza que habría sido suficiente para someter al gremio de colectiveros, al que de todos modos no le cuesta demasiado desafiar a la central obrera.

Al confirmar el rechazo a la medida de fuerza de mañana con la excusa legal del cumplimiento de la conciliación obligatoria, los conducidos por Roberto Fernández contribuirán a morigerar el impacto del paro nacional.

Porque ¿cómo medir el alcance de la huelga si los colectivos, que transportan a casi 8 millones de personas por día en el AMBA, funcionarán este jueves con normalidad?

Esa es la prueba que deberá afrontar la CGT, que de todos modos apuesta al silencio ensordecedor que producirá la ausencia de trenes, aviones y subte. En efecto, los trabajadores corrían en la noche de este miércoles para alcanzar a las últimas formaciones que los llevaran a
sus hogares en el conurbano bonaerense.

Esa incertidumbre que atraviesa la central en medio de acusaciones por sus negociaciones con el Gobierno tal vez también explique la decisión de Héctor Daer, uno de sus triunviros, de no postularse para la reelección a su cargo en noviembre próximo.

Daer es representante de “Los Gordos”, como se conoce a los gremios de servicios, y uno de los más apuntados por su moderación en el ciclo libertario. Su paso al costado en pos de una renovación podría contribuir a lavar la cara de la CGT o enterrar definitivamente su capacidad de daño.